El problema del significado de la existencia humana fue resuelto de forma distinta por protestantes y católicos. Como el protestante depende por completo de la gracia de Dios, sus acciones no pueden ayudarlo y también la cultura resulta inútil y superflua. Por consiguiente el protestantismo estuvo próximo a negar por completo el valor del arte religioso y redujo el simbolismo al mínimo. Para el protestante, el mundo carece de sentido, es decir, no manifiesta ninguna verdad divina, y el espacio es neutral y exento de cualidades. El protestantismo resolvió así la crisis humana mediante la negación de significados existenciales tradicionalmente importantes. Según Weber, es evidente que la sociedad “tecnocrática” y que el hombre “secularizado” de nuestra época son una consecuencia natural de la interpretación protestante de la realidad. Para el católico, la verdad se revela en el mundo y la historia es el camino del hombre hacia la redención. En su marcha, el hombre es guiado por la iglesia. Uno de los primeros objetivos de la Contrarreforma, fue negar el derecho del individuo a resolver sus problemas mediante el ejercicio de su propia razón.
La Contrarreforma quería restablecer la autoridad eclesiástica, la que había sido debilitada por el humanismo renacentista. Se abandonó el concepto de forma perfecta y de belleza y el arte religioso se convirtió en instrumento de persuasión y propaganda. (…) La meta de la persuasión fue la “participación”. Para alcanzar ese objetivo, se desarrollaron, además de las reformas introducidas por el Concilio de Trento, organizaciones cuyo propósito era adaptar la fe católica a las necesidades del momento. De importancia primordial fueron los jesuitas, quienes sostenían que la religión debía apelar a los sentimientos humanos. Se formó así un tipo de religión popular, anti-intelectual, que se difundió por todo el mundo católico durante los dos siglos siguientes y que se manifestó visualmente mediante la enorme difusión de elementos religiosos, como crucifijos, capillas y santuarios. El peregrinaje volvió a ser una practica muy difundía en la vida de la Iglesia y los conventos recuperaron parte de la importancia cultural que habían tenido durante la edad media.
La razón esencial del gran valor atribuido a la propaganda radicaba en el hecho de que la Iglesia Católica ya no era el único sistema de valores para el hombre occidental. Desde este momento, la Iglesia fue uno de los muchos sistemas religiosos, políticos y filosóficos”
La Contrarreforma quería restablecer la autoridad eclesiástica, la que había sido debilitada por el humanismo renacentista. Se abandonó el concepto de forma perfecta y de belleza y el arte religioso se convirtió en instrumento de persuasión y propaganda. (…) La meta de la persuasión fue la “participación”. Para alcanzar ese objetivo, se desarrollaron, además de las reformas introducidas por el Concilio de Trento, organizaciones cuyo propósito era adaptar la fe católica a las necesidades del momento. De importancia primordial fueron los jesuitas, quienes sostenían que la religión debía apelar a los sentimientos humanos. Se formó así un tipo de religión popular, anti-intelectual, que se difundió por todo el mundo católico durante los dos siglos siguientes y que se manifestó visualmente mediante la enorme difusión de elementos religiosos, como crucifijos, capillas y santuarios. El peregrinaje volvió a ser una practica muy difundía en la vida de la Iglesia y los conventos recuperaron parte de la importancia cultural que habían tenido durante la edad media.
La razón esencial del gran valor atribuido a la propaganda radicaba en el hecho de que la Iglesia Católica ya no era el único sistema de valores para el hombre occidental. Desde este momento, la Iglesia fue uno de los muchos sistemas religiosos, políticos y filosóficos”
Norberg Schulz: El significado de la arquitectura occidental, Buenos Aires, 1979
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